18 febrero 2013

Con Néstor Basterretxea

Me ha costado un más de un mes escribir el primer post aquí desde que empezó el año... qué desastre!! Espero que no vuelva a pasar. Qué vagancia, qué desgana, qué despiste, aunque sólo sea un dibujillo al día, Santo Cielo... ay! Menos mal que los que me seguís por las redes sociales comprobáis 'al toque' que sigo dándole al #paintinbelindo: es una cuestión de salud mental ;o)

Nëstor, con un #paintindonosti.

Pero bueno, ya que nos ponemos otra vez las pilas en este blog, espero que sea con fundamento. La semana pasada estuve de visita en casa del Néstor Basterretxea y, además de afortunado, podría escribir un libro y no para hasta que se volviera a reeditar sobre las muchas anécdotas e intensas horas que te sobrevienen cada vez que piso ese caserón de Fuenterrabía de más de 300 años, al lado del green del hoyo 11 de Jaizkibel y dónde vive el que, además de un buen amigo, considero uno de los artistas más universales, coherentes y serenos que ha dado esta tierra y con el que he tenido la fortuna de pasar varias tardes de conversaciones y divagaciones varias. En todas ellas, a lo largo de esta última década y en muy distintas circunstancias, me ha pasado lo mismo: he vuelto pleno, lleno de energía y 'touch' artístico. A ver cuánto me dura (esta aportación la hace mi subconsciente, claramente).

Green del 11 de Jaizkibel.

Durante esta última visita, en un día de esos lluviosos como sólo se ven en Donosti (y mira que en Pamplona llevamos un invernito bueno de aguas y borrascas) no fue menos. A punto de cumplir los 89 años, a Néstor no tiene la vigorosidad física que siempre ha tenido, pero la suple con el aplomo de quién se siente anfitrión, con mayor profundidad si cabe en sus palabras y con un humor recio y socarrón... esto último creo que le viene de su condición de bermeotarra.

Conversación y tranquilidad en Fuenterrabia.

Además de los intercambios de obra tradicionales que se hacen en estos momentos de exaltación artística, a mi lo que realmente me gusta de Néstor es él. Su obra, también, claro... pero me gusta escuchar a un hombre que sigue obsesionado con el arte, con las búsqueda de sus verdades artísticas, fantasmas de líneas, formas, volúmenes y espíritus que ha perseguido durante toda una vida. Oírle hablar de los clásicos, de como ha pasado horas y horas con lupas viendo el detalle de las pinturas de Vermeer y los holandeses, o de cómo arrancaba con Oteiza para París para empaparse de lo que allí pasaba... y tantas otras 'batallitas' más. Magnos, gloriosos momentos, por los que se puede dejar todo aquello que ese día tenías pensado hacer, tal y como me sucedió a mi.

Taller pequeño, el de los trastos menudos.

Han sido mil y una las formas que ha encontrado para hacerlo, pero sigue vivos, latentes, más intensos si cabe, todos aquellos interrogantes que un día, junto a Oteiza y Chillida fundamentalmente, les llevó a toda esa cuadrilla de auténticos artistas, culos inquietos y movidos por unas fuerzas irrefrenables, a explorar mundos 'lejanos' y a plasmarlos en obra que tendrá que pasar mucho tiempo para que algo relacionado por estos lares con lo artístico adquiera la dimensión que han conseguido con ellos. Todavía no hay luz, ni ha pasado el tiempo necesario, para que podamos darnos realmente cuenta del legado artístico y cultural que esta generación nos está dejando. Como para que luego alguien se atreva a llamarse artista.

Lo mío con este bermeotarra limpio, puro y honesto es más bien una cuestión de cariño, devoción, casualidades y de, cuando me dejan, ir a pasar una día a su casa para que me enseñe cosas, y se me caiga la baba mientras le oigo hablar de arte y aventurillas de su vida, experiencia, pruebas, áreas, campos, materias y de todo lo que ha probado para matar algo en lo que él sabe tiene la batalla perdida: 'el arte es una obsesión', dice Néstor, y como tal, le acompañará hasta que el final de sus días.

Néstor, contemplando su obra.

Para que os hagáis idea, me dio una obra, que guardaré como paño en oro como las otras que tengo, de uno de sus experimientos seriados: 'cuando de noche se me descacharra la televisión, le hago fotos a lo que va saliendo, y luego monto composiciones de píxeles como si fueran un juego de vidrieras, con distintos juegos y disposiciones... me parece algo bastante más interesante que darle un trastazo a la tele para que se ponga bien. Hay que cambiar ese viejo trasto', comenta Néstor con mirada picara, mientras la contempla la cartulina antes de dármela. Simplemente genial.

Vidriera pixelada.

La ilusión con la que Néstor cuenta cómo va a ser su próxima exposición emociona. El próximo 25 de febrero se abre, en el Museo Bellas Artes de Bilbao, la mayor restrospectiva realizada jamás sobre él, con casi 200 obras, en un excelente trabajo comisariado por Peio Aguirre. Esa obsesión creativa tiene ahora una buena parada para mirar atrás de todo lo recorrido. Es mucho, y desde luego, bueno, muy bueno.


Firma, de arquitecto.

Tenéis mucho mérito por haber llegado hasta aquí, y haberos tragado toda la charlatanería barata de un aficionadillo al arte emocionado como yo. Así que dejadme que os dé un consejo y algo con más fundamento de la obra y trayectoria artística de Néstor en la fantástica presentación que de él se hace en la web del Museo de Bellas Artes con motivo de la exposición... y por supuesto, id a verla.

Un último apunte: me gustaría dedicar esta entrada a La Ventana de Venus, un interesante blog de Arte y Cultura, y que, aunque quizá no lo sepa, ha hecho posible esta entrada. U're welcome! ;)