Que a los de pueblo nos solemos quedar boquiabiertos cuando
algo nos sorprende, no es nuevo… pero cuando el que te deja con la boca para
que entren moscas es más de pueblo que tú, pues entonces, aplaude, y bien
fuerte, además. Con esa sensación salí de la charla que vino a dar Miquel Barceló a Pamplona y que, como no podía ser de otra manera, llenó el Museo de Navarra y superó las
expectativas que del acto había hecho la Cátedra Jorge Oteiza de la
UNAV.
Majo chaval el mallorquín. |
Después de las presentaciones y la proyección del documental autobiográfico Cuaderno de Barro (en un
sitio más que inadecuado para ello, por cierto), Calvo Serraller dio paso a un Miquel
Barceló al que le costó seguir la lectura de la charla que había preparado
y que fue dando saltos de aquí para allá sobre su obra y, especialmente,
relación con la cerámica y la arcilla, hasta que se soltó mucho más en la parte
final de la charla, con el coloquio con el público.
Programa del acto. |
De las casi dos horas y media que duró el acto, y de lo que
se habló, hace perfecta referencia Ion
Stegmeier en su crónica
en Diario de Navarra… yo sólo haré referencia al que me encantó el talante,
forma de ser, tono, visión y discurso de Barceló,
su tranquilidad y pachorra, el sentido de sus palabras, y la enorme cultura
creativa y artística que se esconde detrás de este despistadillo de Felanix que, como él mismo dijo, no ha
parado nunca de ir hacia adelante, sin pensar demasiado las cosas. Es lo que
hay.
Gracias por la charla, y por supuesto, obra, Miquel.